domingo, 1 de agosto de 2010

Músico tañendo el arpa

Músico tañendo el arpa
Gabinetto armonico pieno d'instromenti sonori', por Filippo Bonanni. B. N. de España
Fuente: BNE

Esta talla reproduce, con pequeñas variantes, una imagen perteneciente a la colección de grabados del S. XXVIII, obra del jesuita y erudito Filippo Bonanni, publicada con el título de "Gabinetto Armonico pieno d'Instromenti" (Roma, 1723); magnífica recopilación de unos 150 grabados donde puede verse a diversos músicos haciendo sonar sus instrumentos. Independientemente del mérito artístico que queramos atribuir a los grabados, la precisión y fidelidad con que están reflejados todos los instrumentos hace de esta colección una preciosaFilippo Bonanni. 'Arpa'. Grabado referencia a la hora de ilustrar instrumentos desaparecidos o en desuso. Además, el autor no se limita a catalogar los instrumentos que tiene más a mano, sino que incluye numerosos ejemplos (algunos bastante curiosos o extravagantes) provenientes del pasado o de lugares exóticos de todo el planeta.

Nosotros conocemos estos grabados desde hace bastantes años, cuando un amigo (que había sido alumno de mi padre durante cierto tiempo) tuvo la amabilidad de prestárnoslos; de hecho, no es la primera vez que Serapio utiliza estos grabados, pues ya se sirvió de un par de ellos (el nº 19 Flauto y el nº 49 Pandura) para ornamentar una de mis flautas [1][2][3] hacia el año 1995.


El arpa es uno de los instrumentos más antiguos que se conocen y está dotada de una sonoridad peculiar y muy característica que la hace casi inconfundible. Tristan e Isolda, por Edmund Blair Leighton (1853-1922)No sé si es por la suavidad con que los dedos de ambas manos pueden deslizarse por sus cuerdas y el modo en que han de pulsarlas, la facilidad con que pueden realizarse glissandos o arpegios, las características físicas del instrumento (con las cuerdas tensadas perpendicularmente a la caja de resonancia), pero lo cierto es que la especial sonoridad del arpa me produce generalmente la sensación de algo etéreo, relajante y espiritual.

En apoyo de lo que acabo de decir, quiero traer a un escritor renacentista de origen luso, Jorge de Montemayor, el cual fue, además, poeta y músico de corte. Esto último se hace patente por la musicalidad de sus composiciones y justifica la profusión con que diversos términos musicales e instrumentos son introducidos en su obra. Veamos un ejemplo donde se destacan las cualidades del arpa:

En llegando a él las hermosas ninfas, comenzó a tañer en una harpa[4] que en las manos tenía muy dulcemente, de manera que los que lo oían estavan tan agenos de sí, que a nadie se le acordava la cosa que por él huviesse passado. [...] Luego comenzó el enamorado Orfeo al son de su harpa a cantar tan dulcemente, que no hay sabello dezir.(Jorge de Montemayor, Los siete libros de la Diana, IV)

Juliette Recamier en el salón de Abbaye-aux-Bois, por François Louis Dejuinne (1786-1844). Museo del Louvre
Foto: © RMN /
Jean-Gilles Berizzi

Adentrándonos bastante en la modernidad tenemos otro ejemplo (para mí cita ineludible) en que el más inspirado de nuestros poetas románticos halla en el arpa, en su sonido, la perfecta expresión del amor entre un hombre (él) y una mujer; cifrando, asimismo, en este instrumento la metáfora que sugiere cuál es el auténtico motor de toda creación artística y la fuente de toda iluminación poética: el amor, y, en su caso concreto, como queda dicho, el amor singular de una mujer. Sólo una mujer, amándole, decidiéndose a pulsar las cuerdas del arpa, podría devolver la vida al instrumento, ahora mudo y abandonado, y arrancar de su alma las notas más dulces:

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!(Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas, VII)

Orfeo tocando el arpa, por Michael Willmann (1630–1706)Si, como hiciera Montemayor, pusiéramos un arpa en las manos de Orfeo tendríamos, según el mito, que con ella el amante esposo de Eurídice podía emitir una música tan dulce que los animales, incluidas las fieras, se reunían para poderlo oír; la vegetación, sin descontar los árboles de grueso tronco, se inclinaba hacia él; y de tal modo embargaba los sentidos que hasta los hombres más crueles, incluso los dioses y criaturas del infierno, se ablandaban y emocionaban al oírla.

El propio David (1 Samuel 16), siendo apenas un muchacho, se convirtió en digno sucesor del mítico Orfeo al ser capaz de aplacar con su arpa el espíritu maligno que se había apoderado de Saúl, su predecesor en el trono de Israel. Con este fin fue llamado David a la corte del primer rey de los israelitas, el cual había sido reprobado por Dios al haberse apartado de la senda señalada, sufriendo por ello, según la Biblia, frecuentemente tormento en su interior. Siempre que le acometía dicho tormento pedía a David que tocara el arpa y el tormento cesaba por influjo de sus bellas notas, por lo cual "le tomó mucho cariño e hízole su escudero".

Frecuentemente asociada a los ritos religiosos de diversas civilizaciones, en Europa adquirió el arpa su mayor relevancia durante el Medievo, quedando constancia de numerosos juglares y ministriles, auténticos especialistas del instrumento, adscritos tanto al servicio de la iglesia como al de las diferentes cortes europeas. Las manifestaciones artísticas de la época no dejan lugar a dudas sobre su importancia y son recurrentes, verbigracia, las representaciones del empíreo, con su correspondiente coro de ángeles, donde figura este instrumento. Desde entonces puede hallarse por doquier en la iconografía del arte europeo, pudiendo citarse como ejemplos destacados el Pórtico de la gloria de la Catedral de Santiago,La fuente de la Gracia. Jan van Eyck. Museo del Prado La fuente de la Gracia de Jan Van Eyck, los Ángeles músicos de Hans Memling, el mismísimo Jardín de las delicias del Bosco (en la hoja derecha del tríptico, la del infierno) o en bastantes cuadros del Greco donde aparecen músicos como parte de la corte celeste, incluyendo El entierro del Conde Orgaz o una Anunciación (la más tardía) de las dos que hay en el Museo del Prado.



  1. Conviene explicar que en los albores de nuestro idioma, desde el Libro de Aleixandre, pasando por Juan de Mena, Gómez Manrique, Juan del Encina y el mismo Marqués de Santillana, existe cierta confusión con el término utilizado para nombrar al arpa y no siempre queda claro a qué instrumento designa, pudiéndose encontrar escrito como farpa, harpa o arpa y no saberse a ciencia cierta, como en el texto de Montemayor, si el autor está refiriéndose al arpa o a la lira (incluso puede darse el caso inverso, que se denomine lira a lo que a todas luces es un arpa); pero para el caso es lo mismo, pues ambos instrumentos están muy emparentados y comparten similares características, singularmente la dulzura que le atribuye Montemayor.

10 comentarios:

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

1/3

Amigo Carlos Hernández, Chacien,

Preciosa esta nueva talla de Don Serapio, y exhaustivo el estudio y entusiasmo que has puesto en la explicación que nos ofreces sobre el Harpa y la Música en general. No se me ocurre otro comentario que dejar aquí el texto de Ovidio (Metamorfosis, X, 86-147) en el que nos describe el paraje maravilloso lleno de árboles en el que se instaló Orfeo para cantar la muerte definitiva de su amada.


La traducción es de Ana Pérez Vega

Una colina había, y sobre la colina, llanísima, una era
de campo, a la que verde hacían de grama sus hierbas.
De sombra el lugar carecía; parte en la cual, después que se sentara,
el vate nacido de los dioses, y de que sus hilos sonantes puso en movimiento,
sombra al lugar llegó: no faltó de Caón el árbol,
no bosque de las Helíades, no de frondas altas la encina,
ni tilos mullidos, ni haya e innúbil láurea,
y avellanos frágiles y fresno útil para las astas,
y sin nudo el abeto, y curvada de bellotas la encina
y el plátano natalicio, y el arce de colores desigual,
y, los que honráis las corrientes, juntos los sauces y el acuático loto,
y perpetuamente vigoroso el boj y los tenues tamariscos,
y bicolor el mirto, y de sus bayas azul la higuera.
Vosotras también, de flexible pie las hiedras, vinisteis y, a una,
las pampíneas vides, y vestidos de esa vid los olmos,
y los fresnos y las píceas, y de su fruto rojeciente cargado
el madroño, y dúctiles, del vencedor los premios, las palmas,
y recogido su pelo y de erizada coronilla el pino,
grato de los dioses a la madre, si realmente el Cibeleio Atis
se despojó en ella de su ser humano y de endurecerse hubo en aquel tronco.
Asistió a esta multitud, a las metas imitando, el ciprés,
ahora árbol, muchacho antes, del dios aquel amado
que la cítara a los nervios, a los nervios templa el arco.
Pues sagrado para las ninfas que poseen de la Cartea los campos,
un ingente ciervo había, y con sus cuernos, ampliamente manifiestos,
él a su propia cabeza altas se ofrecía sus sombras;
sus cuernos fulgían de oro, y bajando a sus espaldillas,
colgaban enjoyados collares en su torneado cuello;
una borla sobre su frente, argentina, con pequeñas cinchas
atada se le movía, y de pareja edad, brillaban
desde sus gemelas orejas alrededor de sus cóncavas sienes, unas perlas.
Y él, de miedo libre y depuesto su natural
temor, frecuentar las casas y ofrecer para acariciar su cuello,
a cualesquiera desconocidas manos, acostumbraba.
Pero, aun así, antes que a otros, oh el más bello de las gentes de Ceos,
grato te era, Cipariso, a ti. Tú hasta los pastos nuevos
a ese ciervo, tú lo llevabas del líquido manantial hasta su onda,
tú ora le tejías variegadas por sus cuernos unas flores,
ahora, cual su jinete, en su espalda sentado para acá y para allá contento
blanda moderabas su boca con purpurinos cabestros.
El calor era, y mediado el día, y del vapor del sol,
cóncavos hervían los brazos del ribereño Cáncer.
Fatigado, en la herbosa tierra depositó su cuerpo
el ciervo, y de la arboleada sombra se llevaba el frío.
A él el muchacho, imprudente, Cipariso, le clavó una jabalina
aguda, y cuando lo vio a él muriendo de la salvaje herida
decidió que él quería morir. Qué consuelos no le dijo Febo
y cúanto le advirtió que ligeramente y con relación a su motivo
se doliera. Gime él, aun así, y de presente supremo
esto pide de los altísimos, que luto él sintiera en todo tiempo.
Y ya agotada su sangre por los inmensos llantos
hacia un verde color empezaron a tornarse sus miembros
y los que ahora poco de su nívea frente colgaban, sus cabellos,
a volverse una erizada melena y, asumida una rigidez,
a contemplar, estrellado, con su grácil copa el cielo.
Gimió hondo y triste el dios: «Luto serás para nos,
y luto serán para ti otros, y asistirás a los dolientes», dice.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

2/3
Tal bosque el poeta se había atraído y en el concilio
de las fieras, central él de su multitud y de los pájaros, estaba sentado;
cuando bastante hubo templado pulsadas con su pulgar las cuerdas
y sintió que variados, aunque diversos sonaran,
concordaban sus ritmos, con esta canción acompasó su voz:

Te envío, os envío mi Felicitación y un afectuoso abrazo,
Antonio

Texto Latino, con algunas modificaciones de grafía

Collis erat collemque super planissima campi
area, quam uiridem faciebant graminis herbae:
umbra loco deerat; qua postquam parte resedit
dis genitus uates et fila sonantia mouit,

90
umbra loco uenit: non Chaonis afuit arbor,
non nemus Heliadum, non frondibus aesculus altis,
nec tiliae molles, nec fagus et innuba laurus,
et coryli fragiles et fraxinus utilis hastis
enodisque abies curuataque glandibus ilex

95
et platanus genialis acerque coloribus inpar
amnicolaeque simul salices et aquatica lotos
perpetuoque uirens buxum tenuesque myricae
et bicolor myrtus et bacis caerula tinus.
uos quoque, flexipedes hederae, uenistis et una

100
pampineae uites et amictae uitibus ulmi
ornique et piceae pomoque onerata rubenti
arbutus et lentae, uictoris praemia, palmae
et succincta comas hirsutaque uertice pinus,
grata deum matri, siquidem Cybeleius Attis

105
exuit hac hominem truncoque induruit illo.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

3/3
Adfuit huic turbae metas imitata cupressus,
nunc arbor, puer ante deo dilectus ab illo,
qui citharam neruis et neruis temperat arcum.
namque sacer nymphis Carthaea tenentibus arua

110
ingens ceruus erat, lateque patentibus altas
ipse suo capiti praebebat cornibus umbras.
cornua fulgebant auro, demissaque in armos
pendebant tereti gemmata monilia collo.
bulla super frontem paruis argentea loris

115
uincta mouebatur; parilesque ex aere nitebant
auribus e geminis circum caua tempora bacae;
isque metu uacuus naturalique pauore
deposito celebrare domos mulcendaque colla
quamlibet ignotis manibus praebere solebat.

120
sed tamen ante alios, Ceae pulcherrime gentis,
gratus erat, Cyparisse, tibi: tu pabula ceruum
ad noua, tu liquidi ducebas fontis ad undam,
tu modo texebas uarios per cornua flores,
nunc eques in tergo residens huc laetus et illuc

125
mollia purpureis frenabas ora capistris.
Aestus erat mediusque dies, solisque uapore
concaua litorei feruebant bracchia Cancri:
fessus in herbosa posuit sua corpora terra
ceruus et arborea frigus ducebat ab umbra.

130
hunc puer inprudens iaculo Cyparissus acuto
fixit et, ut saeuo morientem uulnere uidit,
uelle mori statuit. quae non solacia Phoebus
dixit et ut leuiter pro materiaque doleret,
admonuit! gemit ille tamen munusque supremum

135
hoc petit a superis, ut tempore lugeat omni.
iamque per inmensos egesto sanguine fletus
in uiridem verti coeperunt membra colorem,
et, modo qui nivea pendebant fronte capilli,
horrida caesaries fieri sumptoque rigore

140
sidereum gracili spectare cacumine caelum.
ingemuit tristisque deus 'lugebere nobis
lugebisque alios aderisque dolentibus' inquit.
Tale nemus uates attraxerat inque ferarum
concilio, medius turbae, uolucrumque sedebat.

145
ut satis inpulsas temptauit pollice chordas
et sensit uarios, quamuis diuersa sonarent,
concordare modos, hoc uocem carmine mouit:

Chacien dijo...

Muchas gracias, amigo Antonio, por sus elogios y por la molestia que se ha tomado al poner el texto de Ovidio.

Estoy de acuerdo con la opinión de usted (expresada en privado) en lo referente a las traducciones en verso de los clásicos: si ya es difícil encontrar la expresión fiel y adecuada en prosa, en verso, el traductor, con objeto de lograr la medida rítmica adecuada, a menudo se ve obligado a forzar el sentido de una frase hasta límites más allá de lo razonable, y eso si no le da por rizar el rizo y pretende adaptar la cadencia del latín al castellano incluyendo, además, la rima, aunque sea en asonante (algún caso he conocido).

Y no sólo es que se fuerce el contenido semántico sino que, en ese prurito por acomodar la acentuación al ritmo de los pies latinos, se violenta la propia sintaxis de la frase hasta el extremo de dificultar la comprensión. Le confieso que leyendo el fragmento que amablemente ha aportado, ante la abundancia de hipérbatos, he sentido fatiga y desgana, y falta de fluidez en el discurso, todo lo cual se habría solucionado en gran medida con sólo poner los términos en su debido orden.

Por ejemplo, el último fragmento que transcribe (el que mejor resume la escena de Orfeo captando la atención de árboles, fieras y pájaros), prescindiendo del original latino y de si hay acierto o no en la traducción, en mi mente, para que adquiera un mayor sentido, he de ordenarlo así:

El poeta se había atraído tal bosque y, central él de la multitud de las fieras y de los pájaros, estaba sentado; cuando hubo templado bastante las cuerdas, pulsadas con su pulgar, y sintió que sus ritmos concordaban variados, aunque sonaran diversos, con esta canción acompasó su voz:

Note como el párrafo gana en claridad sin añadir ni modificar prácticamente nada, simplemente cambiando el orden de las palabras. Sinceramente le digo que leer todo el texto de las Metamorfosis en esta traducción se me haría casi insufrible; menos mal que existen otras... y en prosa.

Un saludo muy afectuoso y nuestro agradecimiento.

ANTONIO MARTÍN ORTIZ. dijo...

Amigo Don Carlos Hernández, Chacien,

Estoy totalmente de acuerdo con lo manifestado por Vd. al respecto de las traducciones en prosa y en verso. Para que pueda hacer una buena comparación de lo que es una buena traducción, en prosa, por supuesto, le transcribo a continuación la traducción de Antonio Ruiz de Elvira, publicada por el CSIC, en el Volumen II de LAS METAMORFOSIS.. Puede Vd. compararla con la traducción en verso, la más dura de leer, y la traducción que le ha resultado a Vd. con el simple hecho de deshacer el hipérbaton original Latino.

Tal era la selva que el artista había congregado, y estaba sentado en el centro de una asamblea de fieras y de un tropel de pájaros. Después de ensayar suficientemente las cuerdas que pulsaba, y de comprobar que los acordes que se producían, aún cuando formados por notas diferentes, sonaban armónicamente, emitió su voz ejecutando esta canción:.

Termino este comentario diciendo que Ante lo que es perfecto, como lo es el original Latino y la traducción de Antonio Ruiz de Elvira, lo que es bueno, como es la traducción en verso, queda deslucido.

Reciba un afectuoso abrazo,

Antonio

Chacien dijo...

Indudablemente, no hay color, amigo Antonio. Una traducción así ya se puede disfrutar, sencillamente porque fluye con naturalidad y es más fácil de comprender.

Nos quejamos del retroceso de las humanidades y de la poca aceptación de la cultura clásica por parte de los jóvenes en nuestros días, pero es que algunas traducciones no ayudan precisamente: convierten los textos en un erial seco y pedregoso, muy difícil de cultivar; traicionan el original en mucha mayor medida por buscar el maravilloso efecto de la cadencia rítmica latina, cuando esto solo es posible leyendo directamente del original.

Qué le vamos a hacer: la poesía es intraducible, en mayor medida que la prosa, precisamente porque hay muchos aspectos del ritmo y la musicalidad que se pierden irremisiblemente: confórmese el traductor con expresar fielmente aquello que el autor quiso decir y hágalo con cierta musicalidad, si quiere, pero usando un molde propio, porque el nuevo contenido, siendo distinto, no puede adaptarse al viejo molde si no es estirándolo o comprimiéndolo de un modo antinatural.

Muchísimas gracias por aportar esta magnífica traducción del fragmento de Ovidio: cualquiera puede comprobar la diferencia y cuánto gana para la comprensión y la belleza del texto; y sirve, asimismo, para ilustrar, ahora sí, con un precioso ejemplo lo que yo decía más arriba en el texto del post.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Increíblemente bello, casi se escucha la música...
Saludos

Anónimo dijo...

Quiero decirte Carlos, que hace tiempo que vi la imagen y leí los textos que siempre pones tan magníficos, diversas situaciones en mi vida personal, han hecho que me demore un poco en venir a comentar, pero que sepas que siempre busco la belleza, y aquí la encuentro en un grado superlativo.
Saludos cordiales

Chacien dijo...

Me alegra ver que vuelves por aquí, Calma, y es para mí motivo de satisfacción el hecho de que encuentres belleza en lo que hacemos, porque si hay una razón para que el blog exista es, precisamente, para compartir esa belleza.

Recibe un abrazo y nuestra comprensión sean cuales fueren los motivos personales que te han estado afectando. Como seres humanos, todos somos susceptibles de sufrir pérdidas, a menudo irreparables; esto es una ley a la que nadie puede sustraerse. No obstante, cuando uno tiene algo de experiencia en la vida aprende que, aunque a veces el dolor y la angustia puedan llegar a parecer insoportables, el tiempo acude como un bálsamo que, si no cura del todo las heridas, consigue que la vida vuelva a parecernos, no sólo soportable, sino benigna y placentera. La belleza, singularmente, es una cualidad subjetiva muy útil que contribuye a que nos sintamos en esta última situación: no cejes nunca en tu empeño, Calma, sigue buscando la belleza, porque, al fin y al cabo, ella se encuentra en nuestro interior y basta con que la deseemos con suficiente intensidad para que, tarde o temprano, aparezca e ilumine nuestros días. Puede parecer efímero, pero estoy convencido de que merece la pena.

Ánimo, y un saludo muy afectuoso.

Anónimo dijo...

Gracias Carlos, muchísimas gracias.
Buen fin de semana, espero que prontos nos deleites con una nueva entrada.
Un saludo igualmente afectuoso